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Antoanette Alza Barco

 

LA PRINCESITA GOTITA DORADA

 

La princesita "Gotita Dorada" llora noche y día, no por el amor de un príncipe, sino, por la irremediable fatalidad que la conduce al baño.

La princesita "Gotita Dorada" piensa que algunos de los personajes de los demás cuentos del libro donde habita la han hechizado. Pues, según, ella, todos quieren ser una princesita "Gotita Dorada".

Con el correr del tiempo, la angustia apremia a "Gotita Dorada", porque tiene la necesidad de ir al baño pero no puede, no debe, pues algo tan prosaico no pudo ser creado para que ella lo use. Eso de sentarse en una taza, eso no es para una "Gotita Dorada" como ella. Eso nunca.

"Gotita Dorada" resiste, pero el tiempo y las ganas han hecho que su color dorado vaya tornándose cobrizo. Cada vez se opaca más la luminosidad de "Gotita Dorada".

Ella llora y clama al creador del cuento para que cambie la historia y salve su vida. Pero nadie la oye.

"Gotita Dorada" se resiste a su fatalidad, sin embargo es una costrita opaca y nauseabunda cuando se mira al espejo.

Gotita clama y clama, hasta que no puede más y la desesperación se apodera de ella, corre y corre, hacia uno de los extremos de la página del cuento, desde donde se lanza hacia la muerte, sin saber que caería en una taza que alguien había dejado junto a aquel libro.

 

 

 

 

PROPULSORES

Era una trucha apurada, tenía en las branquias unos propulsores a modo de aretes que lo hacía recorrer largas distancias en segundos. Corría tanto que casi ni saludaba. Un minuto estaba aquí y al siguiente muy lejos.
Usaba muy bien los propulsores, "El más veloz de los animales que haya pisado la tierra". Eso decían.
Un día se aburrió. Lo conocía todo, palmo a palmo el océano. Ya no tenía qué recorrer. Suspendido como estaba, miró de un lado a otro, sintió esos aretes que estaban en sus branquias. Se preguntó por qué los tenía ahí. No pudo responderse, los había tenido desde siempre. Eso lo había distinguido del resto. Era popular, pero... ¿De qué servía? Si estaba aburrido. ¿Y ahora qué? Se preguntó. Se arrancó los aretes y luego se echó a andar.

 

 

 

 

LA HABITACIÓN

Te topas contra la silla, miras la batería, un piano. En el suelo la ropa, las partituras.
Lupas, juguetes, marcianos, rosas, cuadros, estantes, un closet. Llegamos a la computadora. La cama imperceptible. Todo desorden. Todo caos. Palitos, libros, partituras, yo, él, un teléfono, la cama, el closet, el espejo, la ventana, un arbolito seco de tanto esperar. Los cds, la tele, el dvd, ruido, mucho ruido, la consola, la guagua, ruido, risas, brincos. Yo, él, los sueños, el techo y las paredes.

 

 

©Antoanette Alza Barco